Con un estetoscopio colgado al cuello y muchas guardias por delante, Ximena Anael Álvarez camina por los pasillos del Sanatorio 9 de Julio. Ese instrumento no es cualquier herramienta de trabajo: lo heredó de su mamá ya fallecida, que también era pediatra. “Este estetoscopio me recuerda a ella y me acompaña en mi día a día, haciendo lo que a ella le gustaba y que ahora hago yo”, dice con calma. Ximena, que tiene 25 años, fue la mejor alumna de Medicina de la Universidad de San Pablo-T y, por ello, su historia forma parte de esta serie especial de LA GACETA por el Día del Estudiante.

SU IMPRESCINDIBLE. “Lo heredé de mi mamá, que falleció en mi tercer año de carrera y también era pediatra”, dice Ximena. / LA GACETA, ANALÍA JARAMILLO

Ximena se recibió hace poco con un promedio de 9,10, y eligió continuar su formación en pediatría y neonatología, un área donde, según cuenta, cada nacimiento, cada alta y cada gesto de los padres se convierten en un recordatorio de por qué eligió este camino. “Desde la rotación final me enamoré de los niños: su resiliencia, su alegría incluso frente a enfermedades graves y la posibilidad de acompañar a las familias”, explica en un diálogo con LA GACETA.

A Ximena, que empezó su carrera universitaria en 2018, la moviliza un sueño potente: llevar la neurología infantil a cada rincón de Tucumán. Su objetivo es crear un programa de seguimiento que garantice que todos los niños tengan acceso a atención especializada y continuidad en su tratamiento, sin importar su origen o situación económica.

VOCACIÓN POTENTE. La mejor estudiante de la San Pablo-T heredó el amor por la pediatría de su mamá, también médica ya fallecida. / LA GACETA, ANALÍA JARAMILLO

-¿Por qué estudiar para sacarse un 10 si se aprueba con menos?

-Yo en realidad no estudiaba para el 10. Simplemente me gustaba mi carrera, me apasionaba lo que había elegido, y, como estaba tan interesada en los conocimientos, estudiaba con mucha profundidad y dedicación. Tener una buena nota también motiva a seguir superándose y a aspirar a algo mejor.

-¿De dónde viene tu compromiso académico?

-Creo que viene de mi familia. Mis padres siempre fueron buenos alumnos y ambos son médicos. Desde chica veía en ellos la responsabilidad y la dedicación que se necesita para cumplir metas. Ellos me ayudaron en la escuela, en la secundaria y durante la facultad. Gracias a eso, aprendí a organizarme, a cumplir objetivos y a priorizar mi formación.

-¿Por qué elegiste la carrera de Medicina?

-Primero, me orienté hacia las ciencias naturales en la secundaria porque siempre me llamó la atención el cuerpo humano. Cuando empecé la carrera en San Pablo-T, tuvimos contacto con pacientes desde el primer año. Eso me permitió ver que la Medicina no sólo trata la enfermedad, sino que acompaña a la persona, escucha y empatiza. Esa parte práctica me enamoró de la carrera. Luego, durante la rotación final, quedé impactada por los niños. Me atrajo su resiliencia; su alegría incluso frente a enfermedades graves, y la posibilidad de acompañar a los padres, guiarlos en la crianza y responder sus dudas.

META. Ximena proyecta un programa de seguimiento neurológico para garantizar atención especializada a todos los niños de la provincia. / LA GACETA, ANALÍA JARAMILLO

-¿Te costó decidir estudiar Medicina?

-No, en realidad no. Hubo un momento en el que consideré Abogacía, pero nunca me sentí completamente identificada con ese camino. En cambio, Medicina fluyó naturalmente. Tal vez al principio no estaba 100% segura porque entré con 18 años y era muy joven, pero, una vez que empecé a cursar y a rendir, todo se desenvolvió como esperaba. Elegí la San Pablo-T porque el programa era más personalizado, con menos ingresantes por clase, y había un trato cercano con profesores y pacientes. Eso coincidía con la idea del profesional que quería ser.

-¿Cómo era tu rutina de estudio?

-Variaba según la materia. Para las materias prácticas, lo que más hacía era interiorizarme de los procedimientos. Para las teóricas, siempre empezaba leyendo todo el texto una primera vez para entenderlo en forma íntegra. Luego, afianzaba lo estudiado haciendo resúmenes, especialmente cuando eran exámenes orales.

-¿Cuál era tu método para concentrarte?

-Preparar un ambiente tranquilo y relajante. No quería que el estudio fuera un momento tedioso, sino algo placentero y motivador. Por ejemplo, me gustaba comer una merienda rica o un desayuno especial; prender un incienso que me relajara y escuchar música, generalmente en inglés, para no dispersarme. Así lograba estudiar con foco y no como si fuera una obligación.

RECIÉN RECIBIDA. Aunque Abogacía estuvo en su cabeza, con Medicina simplemente todo fluyó. / CORTESÍA XIMENA ANAEL ALVAREZ

-¿Cómo lidiabas con el celular?

-Uso mucho el celular, no solo para distraerme, sino también para trabajar: tengo documentos en Drive, correos electrónicos y grupos de WhatsApp relacionados con la residencia. Sí me costaba desprenderme del teléfono para estudiar, así que a veces lo dejaba en otra habitación, y trabajaba con material impreso o en la computadora. De esa manera, podía concentrarme y luego volver al celular cuando ya había terminado.

-¿Desaprobaste un examen alguna vez?

-Nunca desaprobé un examen durante la carrera ni en la secundaria. Hubo un examen que no era para nota, sino para pasar a la rotación, que no aprobé, y que me enseñó mucho sobre cómo lidiar con la frustración. Una aprende que no todo siempre sale como planeamos y eso no significa que esté mal: simplemente son experiencias que fortalecen y enseñan a adaptarse.

ABANDERADA. Ximena es de la segunda camada de médicos de la Universidad San Pablo-T. / CORTESÍA XIMENA ANAEL ALVAREZ

-¿Qué hacés aparte de estudiar?

-Trabajo y duermo cuando llego de las guardias. También dedico tiempo a mis seres queridos, a mi papá, a mi mascota, a mis amigas, y trato de salir a caminar, tomar algo o ir a un lugar verde para desconectarme. Creo que esos momentos son fundamentales para relajarse y escapar un poco de la rutina intensa de la medicina. En la residencia tenemos seis guardias al mes, algunas de 24 horas. Al principio el cambio de rutina es brusco, pero el grupo humano ayuda mucho. Nos turnamos para descansar y nos apoyamos entre los colegas.

-¿Dónde y cómo te ves en cinco años?

-En cinco años me veo haciendo lo que amo. Probablemente habré terminado mi residencia y estoy evaluando hacer una subespecialidad en neurología infantil, que actualmente sólo se ofrece en Buenos Aires, así que quizás esté allá cursándola. Pero me imagino aquí, en el sanatorio, siendo parte del equipo y atendiendo a mis propios pacientes, con un consultorio propio para el seguimiento de los niños que ya conozco. Me gustaría combinar la práctica clínica con un contacto cercano y constante con los pacientes.

-¿Qué te gustaría aportar a Tucumán?

-Quiero contribuir a Tucumán con mi formación en neurología infantil. Antes de la residencia, trabajé en el sistema público, y vi muchos niños que requerían seguimiento neurológico y no podían acceder a él. Mi objetivo es captar a esos pacientes, ofrecerles un tratamiento y seguimiento más especializado, y quizás desarrollar programas que faciliten la atención en neurología y neurodesarrollo a niños y adolescentes en la provincia.

-¿Qué consejo darías a estudiantes universitarios?

-El consejo principal es asegurarse de elegir una carrera que realmente les apasione. Es mejor tomar decisiones conscientes sobre su futuro. Ser profesional implica poder construir tu propio camino, elegir lo que uno ama, y no hacer las cosas por obligación o imposición de otros. La motivación nace de la pasión y del compromiso con lo que uno realmente quiere hacer en la vida.